Así mataron a Hugo Maduro (II PARTE)

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Por: Elkin Leandro Carbonó López

En esta segunda entrega virtual, conocerá más detalles sobre el homicidio de Hugo Maduro Rodríguez; contados por él mismo, a partir de un ejercicio periodístico apoyado en los alcances propios de la literatura.

¿Usted sospechaba que lo iban a matar?

“Siempre sentí temor. Fíjese, el día que me asesinaron; tuve pensado ir un rato al barrio Mamatoco para departir con varios amigos porque había una programación musical en la caseta ‘Bajo el palo e’ mango’; pero no lo hice y preferí irme para mi casa”.

¿Usted le había comentado algo a su familia sobre ese temor?

“Sí. Al punto que mi madre Rosa Rodríguez y mi hermana Piedad, fueron hasta el despacho del Rector Carlos Caicedo para interceder y bajarle el tono a la que fue siempre una relación tensa. Caicedo, les aseguró que a mí nada me pasaría; pero que debería cambiar de visión ideológica frente al tratamiento administrativo de la Universidad; y según contaron mi hermana y mi mamá, Caicedo me envió un mensaje pidiendo que me apartara de la Universidad. Yo era un estudiante de tesis y estaba a punto de graduarme”.

¿Alguna vez esas diferencias ideológicas provocaron choques entre Carlos Caicedo y usted?

“Sí. De eso prefiero no hablar”.

¿Qué ocurrió en Santa Marta minutos después de conocerse su asesinato?

“Cerca de mi casa hubo mucha confusión. Recuerde que era viernes y ese día cumplía años Diomedes Díaz, una fecha en la que la gente acostumbra a parrandear. Había música, mucho ruido. Gente por todos lados. Supe que un nutrido grupo de estudiantes, que siempre respaldaron nuestras luchas, se reunieron para salir a protestar; pero decidieron no hacerlo por miedo y falta de garantías”.

¿Cómo asumió su muerte la alta dirección de la Universidad del Magdalena?

“Déjeme decirle que esta es la parte más dolorosa y cruel de la historia de mi homicidio; porque, desde la propia Universidad, se orquestaron acciones de desprestigio para enlodar mi nombre y cambiar una realidad evidente. Yo fui asesinado por las autodefensas de esta parte del país. Las mismas que se paseaban por la Universidad del Magdalena sin ley y sin recatos. Pero desde algún sector de mando de la Universidad, hicieron correr la versión de que yo tenía problemas con comercializadores ilegales de las ladrilleras que estaban en los alrededores. Se atrevieron a decir que yo ponía bombas a torres de energía. Todo ha quedado desvirtuado”.

¿Por qué lo dice?

“Porque jamás concebí la resolución de los conflictos por fuera del diálogo civilizado. Y si bien es cierto que fui un contradictor empeñado en reclamar los derechos de la clase estudiantil, no es menos cierto que esa misma lucha se haya dado en el terreno de lo ideológico. La gente que me conoció de cerca supo siempre, que me opuse a las vías de hecho y a todas las formas de violencia”.

En conclusión, veinte años después de este homicidio, ¿usted se atrevería a señalar a los determinadores de su asesinato?

“No. Es que no es posible suplir el marco funcional de la justicia. En la investigación de mi caso lo que ya debió ocurrir, después de todos los testimonios conocidos y las audiencias practicadas, es que las autoridades de Policía y Judiciales han debido entregar resultados que reivindiquen la verdad, para que de una vez por todas, se sepa quien ordenó asesinarme; y que ese determinador, pague por ello”.

¿Usted siente que su caso va rumbo a la impunidad?

“Sí. Han pasado veinte años y la moral del aparato de justicia ha quedado expuesta. No es posible, que después del paso de todos estos años, no le hayan dicho al país, quienes ordenaron asesinarme. Le recuerdo que hay una familia dolida, acogida en el seno de otro país; pero desarraigada. Mi hermana Cándida, quien estaba a mi lado el día de mi homicidio, aún no se recupera de ese trauma. Ella ha dicho que con mi muerte, también murió el corazón de la familia y de la gente buena”.

Hugo, un mensaje de cierre para las nuevas generaciones de estudiantes universitarios…

“Que hoy, cuando llego a veinte años de muerto, continúen en la vigilancia y la reivindicación justa de los derechos consagrados para ellos. Y que asuman la defensa de la educación pública como un bien de todos. Que promuevan la investigación y que se conviertan en el contrapoder que activa sus causas”.

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