Así mataron a Hugo Maduro (I PARTE)

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Por: Elkin Leandro Carbonó López

Esta es la presentación de un cuestionario cuyas respuestas están basadas en consultas de fuentes de información, testimonios y en una profunda investigación periodística; que mezcla las licencias que confiere la literatura, mágica e irreal, con el ánimo de ilustrar y recrear hechos retratados desde 

la realidad de un episodio doloroso y vigente; además de marcado interés para algún sector de nuestros lectores.

Se trata de una entrevista virtual a Hugo Maduro Rodríguez, estudiante de la Universidad del Magdalena, asesinado hace 20 años cuando corría el año 2000, época en la que esa Alma Mater, vivía un cuestionado y sangriento periodo conocido como ‘La Refundación’.

Si realmente pudiera entrevistarlo, ¿cómo se definiría?

“Le diría concretamente que soy Hugo Maduro Rodríguez, poeta de la vida, librepensador, pacificador, soñador, batallador hasta el cansancio. Me consideré amigo de mis amigos y respetuoso de mis contradictores. Encontré en el activismo estudiantil la oportunidad de servir a quienes más lo necesitaron y fui, por demás, un defensor de todos ellos. Para mí, la resolución de los conflictos se fundamentó en el diálogo civilizado. Así me definí siempre”.

¿Quién era usted en la Universidad del Magdalena?

“Fui un reconocido estudiante de la Universidad y defensor constante de los derechos de la clase estudiantil. Y aprovecho de una vez para entregarle un muy buen dato de mi trabajo activo: dos meses antes de mi asesinato, impetré una acción de tutela que buscaba exonerar de pago del derecho a grado a los estudiantes que estaban listos para egresar académicamente. Y la justicia, me dio la razón. En adelante los estudiantes no tuvieron que pagar derecho a grado, tal como lo pretendía el rector sub iudice Carlos Eduardo Caicedo Omar, quien tiene una estadística negativa en su paso por la Universidad: una vez llegó al cargo, firmó acuerdos para aumentar el costo de las matrículas y liberó al Gobierno nacional de su natural responsabilidad”.

A propósito, ¿usted por qué elevó quejas ante la Procuraduría por la posesión de Carlos Caicedo como Rector de la Universidad?

“Porque se posesionó violando un requisito imprescindible: el título profesional. Él no lo tenía al momento de ejercer funciones rectorales. Por eso me hice acompañar de varios activistas y lideré esa denuncia ante el Procurador General de la Nación, Jaime Bernal Cuéllar. Recuerde bien que Carlos Caicedo fue enviado por el gobernador Jorge Caballero Caballero (1995-1997), para asumir la Rectoría un 17 de diciembre de 1996, después de la salida de la doctora Zully David Hoyos, a quien recuerdo por su importante y juiciosa gestión como Rectora de la Universidad”.

¿Quién dio la orden de asesinarlo?

“Permítame responderle y describir todo esto en un solo contexto. Muchos meses atrás, logré enterarme que un agente de policía que vivía en el corregimiento de Guachaca, le avisó a su hijo, estudiante de Ciencias Sociales en la Universidad, que existía una lista de nombres de estudiantes, docentes y de activistas en general, que serían asesinados por el Bloque Norte de las autodefensas, en cabeza de Hernán Giraldo.
Esa información nos alertó y nos dimos a la tarea de averiguar quiénes hacían parte de ese listado. Supimos que estaban incluidos Armando Restrepo, que sigue en firme con esta lucha; Patricia Obregón, sobreviviente de la época; Arturo Rodríguez, Roque Morely, Julio Otero, Gladys Navarro, Joaquín Linero, Ricardo Navarro, quien murió en accidente sospechoso en Bogotá, Luis Carlos Corredor, y yo, entre otros.
En medio de esa realidad y de nuestras profundas diferencias con el Rector Carlos Caicedo, varios decidieron moverse de la Universidad; pero para mí fue siempre complejo, ya que concebí mi lucha hasta el final. Digamos que la decisión de salir de ese entorno era muy difícil por toda la tarea que juntos teníamos sobre los hombros.
Para la justicia debe resultar muy fácil colegir quien ordenó asesinarme. Recuerde ahora lo más fundamental de esta historia: le hablo de las declaraciones, que en el marco de las audiencias de Justicia y Paz, hizo públicas, bajo el amparo del juramento, a una autoridad de Justicia Transicional y con descripción en tiempo, modo y lugar, el versionado Luis Carlos López, alias ‘Orejita’. Él conducía la moto
y movilizaba a Hélmer Hincapié, la noche de mi asesinato. Y fue el propio Luis Carlos (López), quien entregó detalles de la planificación. Habló de una reunión, que se hizo en una de las cafeterías de la Universidad del Magdalena. Y dijo también que a esa reunión, en la que él estuvo, asistieron Carlos Eduardo Caicedo Omar, un tipo a quien conocían con el alias de ‘Monoleche’, otro con el alias de ‘Cambalache’ y alias ‘Morrocoyo’. Según lo que alias ‘Orejita’ le dijo a Justicia y Paz, esa reunión fue convocada por el Rector Carlos Caicedo, con el propósito de entregar una lista donde estaba incluido mi nombre. Se trataba del plan más sanguinario y cobarde de los últimos tiempos, de exterminio selectivo a miembros de una universidad pública. Ese es el tamaño del delito”.

Hugo, ¿cómo se perpetró el atentado?

“Tal como ya es sabido, yo estaba en mi casa en el barrio Villa del Carmen, sentado en la terraza y al lado de mi hermana Cándida; cuando veo llegar a dos tipos en moto. Les pregunté qué buscaban, Cándida también les preguntó con insistencia. Estaban armados y les noté enseguida su clara disposición de matarme, tal como lo hicieron.
Todo ocurrió muy rápido. Yo me ubiqué detrás de la silla donde estaba Cándida y de una corrí hacia el patio de la casa para protegerme, cuando vi que sacaron sus armas, pero encontré que la puerta que daba al patio tenía un candado y no pude seguir hasta esa zona. Traté de esconderme en uno de los cuartos y logré meterme debajo de una de las camas; pero hasta allí llegó el sicario y me disparó tres veces, hiriéndome de muerte. Le confieso que no pensé tanto en mí en ese momento, sino en mi hermana Cándida, a la que vi correr y en ese instante no sabía qué le había sucedido”.

¿Usted recuerda la hora y puede reconocer a las personas que lo asesinaron?

“Eran más o menos las 7:30 de la noche del viernes 26 de mayo del año 2000. El cielo estaba oscuro y recuerdo que había llovido tres días antes. Usted como periodista debe saber que los autores materiales de mi homicidio fueron llevados a la justicia y que uno de ellos era precisamente Luis Carlos López, alias ‘Orejita’, quien se acogió a sentencia anticipada y confesó su participación en mi homicidio. El otro, Hélmer Hincapié, quien me disparó, está en la cárcel de Cómbita (Boyacá), purgando una condena de 43 años de prisión, según lo que he sabido. Lo que le estoy contando ahora, es de amplio dominio y conocimiento de las autoridades judiciales de este país, de las de investigación y de los medios de comunicación”.

Después de los disparos, ¿qué más pasó?

“Fui sacado de la parte de abajo de la cama por varios vecinos y por Cándida, a quien le grité para que supiera dónde había quedado yo. Me dolía la espalda y los oídos me zumbaban. Luego me movieron en un carro que no sé de donde salió; pero era una Dacia amarilla, con platón. Allí vi otra vez a Cándida y logré hablar con ella en medio de un dolor fuerte en todo el cuerpo. Me llevaron al Hospital Central, que estaba lleno de muchísima gente y fui asistido por personal médico; pero mis signos vitales decrecían aceleradamente. Eso fue lo que en ese momento le escuché decir a los galenos”.

¿Recuerda algo del recorrido en el vehículo?

“Sí. Como si hubiese sido hoy. Mi hermana Cándida me preguntó ‘¿hermano quién te hizo esto?’; y le dije lo que hoy estoy repitiendo: que la orden de asesinarme salió de la Universidad del Magdalena. Debo decir además, que no entiendo por qué las autoridades han dejado pasar por alto el hecho de que dos hombres, con mochilas terciadas, se subieron al vehículo en el que me llevaron al Hospital, para corroborar mi muerte. Esos dos hombres permanecieron en las afueras del Hospital esperando el desenlace. Hasta el punto, que la misma Policía sacó a mi hermana por otra puerta porque ellos permanecían allí; pero en ningún momento fueron a preguntarles quiénes eran”.

Hugo, ¿en lo que usted llama contexto, lo que está diciendo es que el Rector de la época, Carlos Eduardo Caicedo Omar, fue determinador de su homicidio?

“Estoy describiendo detalladamente el contexto que rodeó mi homicidio. Todo indica que fue así y veinte años después de mi asesinato, queda faltando la actuación sagrada de la justicia. Recuerde, que un sábado 17 de abril de 1999 nos lanzaron una bomba en las oficinas del Sindicato de Trabajadores de la Universidad y que ese atentado se consideró como un llamado de atención violento, bárbaro y cobarde de los grupos de autodefensas hospedados en la propia Universidad.
El Rector Caicedo, contrario a nuestras luchas, había conformado grupos de apoyo al interior de la Universidad para implantar lo que él y los otros llamaron la refundación”.

¿Quiénes conformaron esos grupos de apoyo?

“Recuerdo a Rafael Martínez, quien lideraba una asociación de estudiantes creada por Carlos Caicedo, y de la que hacían parte también su hermana Patricia; había alguien a quien le decían ‘El Manco’. Ellos hacían reuniones cerradas, ocultas para abordar todo sobre lo que llamaban el futuro académico y administrativo de la Universidad. Eran realmente un grupo de choque, al que todos le llamaban ‘Los Indeseables’”.

De los Chulavitas a los GAO - Colombia Plural

¿La Universidad del Magdalena estuvo en ese momento de la historia al servicio de grupos paramilitares?

“Los paramilitares se paseaban por la Universidad con total libertad y hasta lograron acceder al sistema de seguridad a través de la contratación pública, ocultándose en fachadas para poder contratar. Eso lo dice todo”.

¿Cómo fue su relación con el Rector Carlos Caicedo?

“Yo la entendía bajo unas diferencias ideológicas que generaban profundas tensiones, porque siempre me opuse a la firma de acuerdos como el pretendido y después suscrito por el entonces Presidente Ernesto Samper Pizano y su Ministro de Educación, Jaime Niño Díez, que buscaba abiertamente cargar de más compromisos económicos a los estudiantes y que atentaba contra la gratuidad educativa consagrada como derecho constitucional.
Caicedo, favoreciendo al Gobierno nacional y atentando contra la economía de la comunidad estudiantil, firmó lo que eufémicamente llamaban Acuerdo de Eficiencia, “Hacia una Universidad integral”; que no era más que un compromiso donde la Universidad y sus estudiantes debían pagar más por las matrículas, permitiéndole al Estado una supuesta racionalización de sus gastos. Tamaño despropósito. Ahora bien, ¿a qué me oponía? Precisamente a la privatización de la educación que debe y tiene que ser pública”.

*Este martes 26 de mayo, cuando se cumplen 20 años del asesinato de Hugo Maduro Rodríguez, en este mismo espacio, publicaremos la segunda parte de esta entrevista, en la cual el invitado entregará más detalles jamás contados acerca de su homicidio.

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