EL PUEBLO WAYUÚ BAJO AMENAZA

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Por: Miller Soto

Es innegable que el Presidente Duque y su equipo, han trabajado con entrega y responsabilidad para hacerle frente al Covid-19 y a sus dramáticos efectos. Es innegable, además, que dicho trabajo ha dado resultados plausibles tanto en el campo sanitario como en el ámbito socioeconómico. Aunque naturalmente nada es perfecto, es pertinente resaltar hechos que nos diferencian de otras realidades con sistemas hospitalarios al borde del colapso o con cero medidas económicas para contrarrestar los devastadores efectos sociales del virus. Aquí, pese a las dificultades presupuestales, a los corruptos y al interminable elenco de gastos viciosos que nos dejó el acuerdo de paz, se están haciendo los esfuerzos para superar la crisis.

Dicho esto, creo pertinente hacer referencia a un tema que preocupa y que debe percibirse como una advertencia respetuosa al gobierno nacional, encaminada a sugerir mayor atención a una población cuya vulnerabilidad podría acentuarse a causa del covid-19.

El pueblo wayuú asentado en La Guajira, que corresponde a casi el 50% de la población del departamento, es titular de una cultura, una cosmovisión, unas costumbres y unas circunstancias, que deben ser observadas para implementar acciones que respondan a las innumerables dificultades que padece. Dificultades históricas que a lo largo de los años, en lugar de conjurarse, se acrecientan por cuenta de variadas causas atribuibles a factores endógenos y exógenos que estamos en mora de resolver. Dificultades que se complican al encontrarse con un asesino en serie como el covid.

Por ello, a pesar de que el gobierno nacional, en coordinación con la administración departamental y las autoridades locales, esté adelantando acciones para atender a la población más vulnerable de La Guajira, es necesario advertir que tales acciones resultan insuficientes ante la amenaza de una tendereta sin precedentes.

De las 150 mil ayudas para las familias guajiras enviadas por el gobierno nacional en el marco del millón de mercados de la campaña ‘Colombia está contigo’, sólo se han podido entregar unas 40 mil porque la gobernación ha tenido inconvenientes logísticos, debido, entre otras razones, a que las comunidades que más las necesitan se encuentran dispersas y distantes unas de otras. Las ayudas provenientes de la campaña ‘Ayudar nos hace bien’ impulsada por la primera dama de la nación, María Juliana Ruíz, destinadas a La Guajira, no llegan a tiempo porque le tocó a la gobernación organizar una logística para irlas a recoger a Malambo, en el departamento del Atlántico. Los 76 carrotanques (40 de la gobernación y 36 del gobierno nacional) puestos en marcha para apaciguar la sed de algunas poblaciones de La Guajira, no son suficientes en un contexto en el que cientos de miles de familias sufren la perenne escasez de agua desde antes de la llegada del virus. Y si a todo esto le sumamos la actitud irresponsable de autoridades regionales que se han atrevido a enviar a La Guajira población migrante en buses y en camiones (como si de ganado se tratara) con el supuesto propósito de facilitar su aproximación a una frontera que no pueden cruzar porque está cerrada, la crisis en el departamento no está más que llamada a agravarse, afectando especialmente al pueblo wayuú, principal víctima de la indiferencia, la discriminación y la desidia con la que Colombia trata a La Guajira.

De nada sirve la ayuda enviada desde el gobierno central para sumarse a los grandes esfuerzos del gobernador y los alcaldes guajiros, si no se brindan las herramientas logísticas que permitan llevarla a su destino. De nada sirve atender a una parte de la población vulnerable, si se desatiende a gran parte de ella. De nada sirve pedirle a estos colombianos que se laven las manos, si no tienen agua para calmar su sed.

Aunque es cierto, como dice el maestro Amilkar Calderón, que al guajiro hasta la muerte le llega tarde, no significa que no nos vaya a llegar. Dios permita que este virus no la atraiga -implacable y prepotente- a nuestro querido pueblo wayuú, el más grande símbolo de una tierra orgullosa de ser colombiana.

La Guajira debe recibir el trato que la madre patria históricamente le ha negado. De lo contrario, será un imperativo moral y vital apoyar a las miles de personas que quieren paralizar la extracción de nuestros recursos naturales hasta tanto ellos no se reviertan en beneficio de nuestro desarrollo social. Esto no es juego. Si el gobierno nacional no toma medidas proporcionales a los problemas que se avecinan, podría ser la peor crisis humanitaria de un pueblo indígena después de la inquisición.

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