La sindéresis de Abelardo.

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Brillante, implacable, resuelto y meticulosamente documentado, así sentí otra vez a Abelardo De La Espriella, cuando señaló algunas conclusiones de los paralelos ideológicos que palpitan en estos tiempos de pandemia.

De La Espriella es en Colombia una marca registrada y es quizá el más ferviente y apasionado defensor de los senderos democráticos y del natural concurso del sufragante universal con su derecho a elegir y a ser elegido.

En un análisis inteligente, incisivo y concienzudo de la presente situación mundial, Abelardo De La Espriella, argumenta con rotunda coherencia que Colombia, por ejemplo, en medio de sus arraigadas tradiciones democráticas, y también por sus costumbres productivas, podrá medir desde las acciones repentinas y letales del Coronavirus, su rumbo político.

El eje crítico de Abelardo, su devoción por construir opinión y su atinada sindéresis, entregan sin rodeos el juzgamiento exacto y rígido de los aterradores parecidos que nos muestra una economía pandémica con el socialismo parroquial y algunas veces tácito que nos promocionan desde hace algún tiempo, en esta Colombia que sonríe pese a la fuerza descomunal de sus eternos infortunios. Todo esto frente a las libertades consuetudinarias de la producción equilibrada y garantista que implementamos contra todo viento y mareas.

El socio y fundador de Lawyers Enterprise, la más influyente y exitosa firma de abogados de este país, lanza una especie de prohibido girar a la izquierda y no deja dudas sobre los contenidos de la agenda política para conocer al próximo Presidente de Colombia, que a la luz de su juicio, estará subordinada por la política pública que promueva cambios estructurales para la atención de la salud y en combinación con la sensibilidad humana para vivir el encuentro carnal con la gente.

De La Espriella, no solo logra enviar un mensaje contundente frente al fracaso al que nos veríamos abocados si le cargamos nuestras cuentas al Estado y hacemos inercia improductiva, seguramente inspirados en los odios clasistas, sino que advierte sobre la enseñanza significativa que arroja la vida en modo Coronavirus que nos despedaza y nos humilla: así es el socialismo que pretenden algunos liderazgos de vanidad progresista.

Llamar experimento socialista a este inesperado modo de vivir nos puso cara a cara y frente a una especie de reflexiones fatigantes que en tiempo real solo veíamos en otros lados del mundo: el más cercano ejemplo es nuestro vecino Venezuela que juega a dados con la pobreza después de haber sido una nación próspera.

El reloj apocalíptico del Coronavirus y su rotundo parecido con el país de Marx y de Lenin que tanto añoran los amigos del socialismo, es la enseñanza en tierra que  hoy nos envuelve en estos marasmos: Freno a las libertades, concentración de poder estatal, tensión clasista, discursos de contenidos inviables, demagógicos y riqueza exclusiva para los predicadores de izquierda, capaces de curarlo todo; hasta un cáncer de esófago en un santiamén.

Yo, que lancé piedras por tanto inconformismo enlatado desde mis amores bachillerales con el comunismo de la época, reconozco que esas retóricas son cada día más distantes e irrealizables. Al tiempo que dejo abiertos los servicios de urgencia que me provocan los llamados de atención de Donaldo Duica, el más grandilocuente, inteligente y sagaz de los abogados de la comarca, quien desde la natural amplitud de sus huertas productivas, enclavadas en sus casonas de Mamatoco, exige los más finos detalles conceptuales que permitan el centro justo de esta columna.

De La Espriella y Duica, no conciben la política desde la misma orilla. A manera de posdata.

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