Celebraciones y el esquivo proyecto de Nación

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  • Los violentos, dado lo abigarrado de la nacionalidad, no tienen licencia para acallar la vida ni enlutar a las familias de soldados, policías, líderes sociales y comunitarios.

Por:  Melquisedec

Desde El Morro

A los violentos les inquieta la alegría, el ambiente festivo y los cantos a la vida; por eso se empeñan en perturbar la convivencia, pero la nacionalidad como un sortilegio se pinta de colores todo el año, reafirmándose en su razón histórica, en las celebraciones que a lo ancho y largo del país conjugan sus mejores expresiones, que inundan calles y plazas con lo mejor de su abigarrada cultura pluriétnica, como esquivando los anticipados mensajes de la muerte, insistencia apocada con la que enlutan a los hogares colombianos; pero, enhorabuena, la mayoría prefieren los fulgores de la vida a los exiguos colores de la muerte.

Este el año 19, de la presente centuria, es una oportunidad para decir, nos reafirmamos en el crisol de la finalidad de fortalecer la “unidad de la Nación y asegurar a sus integrantes la vida, la convivencia, el trabajo, la justicia, la igualdad, el conocimiento, la libertad y la paz, dentro de un marco jurídico, democrático y participativo que garantice un orden político, económico y social justo, y comprometido a impulsar la integración de la comunidad latinoamericana”, como reza el Pacto Ciudadano de 1991.

Por ello, nos corresponde asociar los acontecimientos en los que se celebra la libertad y la vida, el Bicentenario y los natalicios de Alejandro Durán Díaz, que nos vincula con la tradición de la vernácula del Magdalena Grande, y el de Estercita Forero, quien desde la eternidad anima las carnestolendas de Barranquilla, que son un sumario del folclor del río y las llanuras del Caribe.

El primer y trascendental evento, nos involucra a todos, en el arraigo de las luchas por la libertad iniciadas en las montañas y llanuras en el oriente de Colombia; el segundo, el tributo a la vida, por los centenarios natalicios del paradigmático juglar nacido en El Paso, Cesar, en la “Provincia de Upar”; y el de “la novia” de Barranquilla, en la Provincia de Sabanilla, es decir, que la celebración por la libertad y la vida, ensancha el “Alma de la Nación” y la recrea de Sur a Norte, que a su vez nos remonta a la esencia de la territorialidad en los albores de la República.

Esto es, todo el año se vigorizan los sueños de la República, que esta vez, se reafirma en la evocación a la memoria histórica de la Independencia, y en los eventos en los que se celebra la vida que, a su vez, es un tributo a la herencia indígena, negra e hispánica, que confirma que Colombia es Nación Mestiza, y en la que se prefiere los colores a la luctuosa jugada por el exterminio.

Los violentos, dado lo abigarrado de la nacionalidad, no tienen licencia para acallar la vida ni enlutar a las familias de soldados, policías, líderes sociales y comunitarios, que muy a pesar de los atentados a la Fuerza Pública en el 2018, antes del Carnaval en Barranquilla, y ahora en el 2019, en medio de expresiones de la civilidad, pretenden estremecer la concordia construida con paciencia en los últimos años; estas manifestaciones que apremian la convivencia, extienden el más grande reto al Presidente, quien como responsable del orden público, está llamado a reafirmar la majestad de la República, esfuerzo que resultaría  infructuoso, si no se recupera la confianza en la institucionalidad de la Fiscalía.

Los luctuosos acontecimientos que estremecen el alma de la Nación, no tienen la fuerza para acallar las expresiones de la nacionalidad, y así con la misma entereza con que la institucionalidad y la ciudadanía hacen frente a los mensajeros del miedo e intentan que las cosas retornen a los cauces de la civilidad, es la misma que debe animar a los pueblos en que no cesen en celebrar la vida, y perseveren en contribuir en la construcción de la Nación, en la que todos nos respetemos en medio de la diferencia.

La invitación es que, ante el miedo, danzantes de la carnestolendas, las piloneras y fandangueras de los desfiles de Sincelejo y Valledupar y los decires de congos en Barranquilla, como los Lanceros del Pantano de Vargas en su lucha por la Libertad, los acordeones, pitos, gaitas y percusiones garabatos y las velas encendidas, sean el símbolo que la Nación reclama para la convivencia vital. 

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