La gobernanza en el Caribe y el derecho a la Ciudad

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Por

Melquisedec, “El Náufrago”

 

La ciudad es una conquista humana, cuyo disfrute es un amasijo de derechos y deberes, y por supuesto a la manera de las Ciudades-Estado, está llamada a reglar las formas de convivencia entre sus habitantes y el cómo se administran sus activos -privados y públicos-; es lo que la narrativa política denomina la Gobernanza, que “puede definirse como las diversas formas en las que las instituciones y los individuos se organizan en la gestión cotidiana de una ciudad, y los procesos utilizados para llevar a cabo de forma efectiva la agenda del desarrollo de una ciudad, a corto y a largo plazo”. 

Transitaremos pues, por la Ciudad como espacio de realización humana, colectiva, social, escenario de encuentro o desencuentros de disímiles intereses, pero mejor aún en el contexto que exige atender al cambio climático y a la innovación, que es a lo que Soja, se refiere en “Su planteamiento sobre el derecho a la ciudad, (que éste) se sostiene en tres elementos centrales: la construcción social del espacio, la ciudad entendida como posmetrópolis y las luchas por la justicia espacial y la democracia regional”. 

Nos referiremos a las ciudades del Caribe, las que configuran la Gran Cuenca al interior del Océano Atlántico, es decir, nuestro Mediterráneo o Galilea; recorreremos los senderos hídricos y terrestres que las aproximan e identificaremos los modos que las distancian, para contribuir a la remoción de los obstáculos que impiden la comunicación eficaz,  pues en ocasiones aflora el  empeño en omitir qué son más los flujos y motivaciones que hermanan el territorio. 

Nos proponemos en este segmento resaltar los acontecimientos que remuevan metafóricamente, la Sierra Nevada, los Montes de María, la Serranía del Perijá, San Jerónimo o Ayapel, por ejemplo, para que el diálogo propiciado desde aquí contribuya a recuperar los sueños extraviados una vez el europeo hizo presencia en el precursor territorio del Caribe, el Magdalena, es decir,  apelaremos nuevamente a los ríos, que al igual que los caminos milenarios, también nos acercan, luego, miraremos desprevenidamente el significado de la desembocaduras de nuestros ríos, en otro rio o en los afluentes que conducen sus aguas al Caribe y como éste entramado humano se hizo territorio de ciudades y villas. 

¿Qué nos aproxima?  Las respuestas están contenidas en el afecto con que se transporta el cofre de plata de la Hamaca Grande (Adolfo Pacheco), en El Testamento (Rafael Escalona),  que lleva consigo el dilema del retorno en un “diablo que llaman tren”, en las corredurías de los versos de Sielva María (Alejo Durán), y en el Cantor de Fonseca, que se pregunta de dónde soy (Carlos Huertas); y en la gastronomía trocada en los acordes de los Sabores del Porro (Pablo Flórez) en el que se sentencia que sabe a todo, y  con un Helado de Leche (Manuel Ponce), con el que se quiere conquistar un amor; todo ello comporta el recorrido que proponemos por los sueños extraviados, cuyos vestigios encontramos en los retumbos de tambores emergidos ´monte adentro´, libertario golpe que comunica a gaitas, acordeones y ´pitos atravesaos´, interpretadas en  Montañas y Llanuras, es decir, en el Caribe las inmortales melodías son una conjunción de saberes ancestrales, que se bailen como “Cumbia Sabrosa” (Luis Soto) en  las Plazas de las ciudades y villas de la Región: Francisco El Hombre, Majagual, La Paz, Santo Domingo, San Jerónimo, Padilla, o Bolívar, y que simulando un Festival en Guararé—que nos liga al Itsmo- (Dorindo Cárdenas), como una síntesis de todos los acontecimientos; se congrega entonces la Gente del Caribe a interpretar Boquita Salá (Pacho Galán), María varilla (Alejandro Ramírez) o Tolú (Lucho Bermúdez) en sus plazas para diseñar el futuro que  sentipensaron, entre otros, Orlando Fals Borda, Alfredo Correa De Andreis, Apolinar Díaz Callejas, Álvaro Cepeda Samudio, Gabriel García Márquez, José Félix Fuenmayor, Héctor Rojas Herazo, Raúl Gómez Jattin, Victorio Apüshana, Candelario Obeso. 

Esos lugares emblemáticos son exiguos, sino se comunican entre sí, y ello es la condición  para alcanzan la comprensión de los proyectos comunes, trascender al concepto de Región Incluyente,  aventura a la que están convocadas las administraciones públicas y privadas, independiente de sus afinidades políticas, y que dispongan los recursos suficientes para el cuidado de los activos naturales que desde el Urabá hasta Punta Gallinas y de las serranías del Perijá, Ayapel hasta los golfos y bahías de este vergel le dan la razón de Ser al Caribe, que está conectado por su hídrica. 

Es decir, que para adoptar Agendas para unas ciudades sostenibles, se deben identificar complementariedades, promover ánimos asociativos, ofrecer nuevos y mejores servicios a la población, en este diseño los ciudadanos y sus hábitos de comportamiento son fundamentales, en otras palabras, “la Nueva Agenda Urbana reconoce que las áreas urbanas tienen un papel importante en la consecución de los Objetivos de Desarrollo Sostenible”.

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